La
codicia, el apego al dinero, destruye a las personas, destruye las
familias y las relaciones con los demás: es lo que ha dicho el Papa esta
mañana, durante la Misa en Santa Marta. La invitación no es la de
elegir la pobreza en sí misma, sino la de usar los bienes que Dios nos
da para ayudar a los que lo necesitan.
Comentando
el Evangelio del día, en el que un hombre le pide a Jesús que
intervenga para resolver una cuestión de herencia con su hermano, el
Papa ha hablado del problema de nuestra relación con el dinero:
Jesús cuenta la parábola del hombre rico, que vive para acumular “tesoros para sí” y no “se enriquece en Dios”. La advertencia de Jesús es la de mantenerse alejado de la codicia.
“Y
esto es lo que hace el mal: la codicia en mi relación con el dinero.
Tener más, tener más, tener más. Te lleva a la idolatría, ¡destruye tu
relación con los demás! No el dinero en sí, sino el comportamiento, que
se llama codicia. Esta codicia también te enferma, porque te
hace pensar solo en función del dinero. Te destruye, te enferma y al
final- esto es lo importante- la codicia es un instrumento de la
idolatría, porque va por el camino contrario al que Dios ha hecho con
nosotros.
Por
esto, prosigue el Papa, Jesús dice cosas “tan duras, tan fuertes contra
este apego al dinero. Nos dice que no se puede servir a dos señores: o
Dios o el dinero. Nos dice que no nos preocupemos, que el Señor sabe lo
que necesitamos” y nos invita “al abandono confiado en el Padre, que
hace florecer los lirios del campo, y da de comer a los pájaros”. El
hombre rico de la parábola continua pensando solo en riquezas, pero Dios
le dice: : “Necio, ¡esta noche se te pedirá la vida!”. “Este camino
contrario al camino de Dios –concluye el Papa- es una necedad, te lleva
lejos de la vida, destruye toda fraternidad humana”.
“El
Señor nos enseña cuál es el camino: no es el camino de la pobreza por
la pobreza. ¡No! Es el camino de la pobreza como instrumento, para que
Dios sea Dios, ¡para que Él sea el único Señor! ¡No el ídolo de oro! Y
todos los bienes que tenemos, el Señor nos lo da para hacer que el
mundo vaya adelante, para que la humanidad siga adelante, para ayudar,
para ayudar a los demás. Que permanezca hoy en vuestro corazón
la Palabra del Señor: ‘Estad atentos y manteneos lejos de toda codicia,
porque aunque uno esté en la abundancia, su vida no depende de lo que
posee”.
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