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domingo, 14 de abril de 2013

La belleza interior de una persona con malformación física


Cuando era una niña pequeña, nunca recibió un regalo de un niño en el Día de San Valentín en la escuela.
La belleza interior de una persona con malformación física
Penny Loker, de 31 años, nació con dos defectos de nacimiento: microsomía hemifacial y Síndorme de Goldenhar
Cuando era adolescente, nunca tuvo un mejor amigo, un novio o una cita.


Como mujer, nunca ha estado en una relación. Nunca ha sido besada.
Su sueño de convertirse en esposa y madre se desvanece mientras se enfrenta a la realidad de que eso podría nunca ocurrir.
Penny Loker, de 31 años, nació con microsomía hemifacial y con el Síndorme de Goldenhar, dos defectos de nacimiento que le desfiguraron el rostro. La microsomía hemifacial causa una malformación de la oreja y/o de la estructura de la mandíbula inferior. El Síndrome de Goldenhar es una condición congénita que produce anormalidades en la cabeza y los huesos de la columna vertebral. Usualmente afecta la apariencia de los ojos, las orejas, los huesos faciales y la boca.
Ambas condiciones con tan complejas como sus nombres. Pero para una niña pequeña que se enfrenta a un gran mundo, los nombres son simples: monstruo. Fea. Fenómeno.
Loker creció en Waterloo, Ontario, Canadá, en una casa en donde abundaba el amor y la aceptación.
Su padre murió poco antes de que ella cumpliera un año. Su madre, una mujer fuerte y amorosa, asumió el reto de criar a Loker y a sus hermanas. Eso incluía programar múltiples cirugías en hospitales lejos de casa.
La recuperación tras cada una de esas cirugías fue larga y dolorosa, recuerda su hermana mayor Crystal Loker. “Pero de todas maneras Penny tenía una actitud positiva. Fue toda una guerrera que mantuvo su sonrisa y no se quejó”.
En casa, la apariencia de Loker no era un problema y era tratada de igual forma que sus hermanas. Sabía que se veía un poco diferente, y sabía que le implicaba estar mucho en hospitales, pero tenía una inocencia infantil y aceptaba todo como si fuera normal.
Cuando fue momento de empezar la escuela, ella descubrió qué tan diferente era en realidad. Pasó una niñez excluida de casi todo. No tenía amigos. Aceptó recibir apodos como una parte de su vida y pareció entender que llorar y pelear sólo empeoraba las cosas. Así que lo asumió con silencio.
Recuerda muy bien el dolor y la humillación. “Como adulto, es difícil permanecer en silencio cuando sabes qué deben enfrentar estos niños”, dice Loker. “Pero es igualmente difícil hablar cuando no te sientes capaz de hacerlo”.
Mientras crecía, los apodos y burlas dejaron de ser de frente y pasaron a ser detrás de sus espaldas. Para el momento en que llegó a la secundaria, supo que no iba a haber amigos, ni fiestas ni citas para una niña que parecía un fenómeno.
“Dolía, pero no había nada que pudiera hacer para cambiarlo”, dice.
Aunque los encuentros diarios con extraños significaban las mismas miradas y comentarios, Loker estaba acostumbrada. Luego llegó un día con tanta crueldad que sigue siendo un recuerdo vívido.
“Para la graduación mi hermano me dio un certificado de manicura y pedicura. Nunca me había hecho algo así, y fue una experiencia maravillosa. Salí del spa sintiéndome bella por primera vez en mi vida adulta”.
Pero a menos de una cuadra del local, se encontró con unos chicos que detuvieron el auto en que iban para verla y empezaron a decirle cosas.
Angustiada, caminó tan rápido como pudo para alejarse de ellos, pensando que después de todo ella no era hermosa.
“Las uñas no hacían la diferencia. Avergonzada y humillada, me di cuenta que todavía era la misma niña de la que todos se burlaban”, dice. “Recuerdo ese día como uno de los peores”.
Pero el tiempo cura las heridas y su espíritu decidido le enseñó a encontrar el bien a su rededor.
Tiene un grupo de amigas y familiares que la quieren por quien es. Habla con orgullo de que fue capaz de sostenerse a sí misma, gracias a su trabajo en Rogers Communications, en donde pasa sus días tramitando las solicitudes de los clientes. La compañía fue reconocida este año como una corporación líder en diversidad, un reconocimiento que enorgullece aún más a Loker.
Hay muchas aventuras en la vida de las que es renuente a asumir, a pesar de que sea capaz físicamente. Prefiere no hacer compras sola. Nunca ha viajado en vacaciones y dice que sólo pensarlo le da miedo.
Pero es una hazaña que está decidida a cumplir. Está ahorrando para un viaje a California para ir a BlizzCon o a Comic-con.
“Soy como una geek y juego en línea World of Warcraft con mi hermana y su esposo, y siempre hablamos lo genial que sería ir allá”, dice. “Las personas se disfrazan así que yo me sentiría ‘normal’, no fuera de lugar”.
Pero siempre señala que no tiene interés en visitar un parque de diversiones para niños, en donde probablemente sería objeto de miradas mientras los padres intentan responder preguntas sobre ella.
Loker desea poder abrir la discusión sobre las personas con malformaciones al educar a las personas, especialmente a los niños, cuya curiosidad natural puede eventualmente volverse una crueldad si no es tratada correctamente.
“Educarlos desde temprano les ayudaría a ser más tolerantes con los que son diferentes. La habilidad de amar, compartir, crear felicidad y ayudar a otras es la verdadera de una persona”, dice.
“El exterior no necesariamente se refleja la belleza que está dentro. Y cuando las personas no recuerdan eso, pueden perderse el amor y la amistad de una persona especial”.
Crystal Loker está coincide. ·Penny es verdaderamente hermosa. Ella siempre ve lo mejor en los otros y nunca ha dicho una palabra ofensiva a nadie. En el mundo de Penny, los otros siempre vienen primero. Ella está llena de risas y de sonrisas. Cuando pasas un día con ella, te vas a casa sientiéndote bien de ti mismo”.
Loker acoge la oportunidad de enseñarnos a todo a ver más allá de la superficie. Pero hasta que llegue ese momento, ella sigue esperando mejores días para ella, días en que sencillamente sea ignorada.
“Cuando salgo a comer con mis amigos y nadie me mira o pide ser cambiado a otra mesa, ese es un buen día”, dice.
A pesar de todo, Loker señala sus muchas bendiciones: ser capaz de compartir una cosa con su familia, tener un empleo que le encanta, tener amigos y un buen sistema de salud para poder ayudar con el precio de una vida de cirugías.
¿Su único lamento?
“Tengo tanto para dar y me gustaría compartir eso con mi propia familia. Entiendo que probablemente nunca ocurrirá, y estoy aprendiendo a aceptarlo. Pero me entristece”, dice. “Siento que es la gran pérdida de mi vida”.

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