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viernes, 3 de enero de 2014

Francisco: "No hay que evangelizar a bastonazos"

En su homilía en una iglesia jesuita, el Papa usó dos veces la palabra "militar", en referencia a cómo debe ser la vida de los miembros de esa orden, y puso como modelo a Pedro Favre a quien acaba de canonizar
En el día fijado por la liturgia católica para festejar el Santísimo Nombre de Jesús, "título" de la Orden fundada por San Ignacio de Loyola, Jorge Bergoglio eligió oficiar misa entre sus antiguos camaradas jesuitas.
Allí dedicó varios minutos a recordar la figura de Pedro Favre, modelo de santidad sacerdotal en la Compañía, y a quien canonizó el 17 de diciembre pasado.
"Despojados", porque están llenos de Dios, inquietos, porque no se cansan de buscar a Dios, audaces porque son capaces de una fe que sueña en grande; así describió Francisco a sus hermanos jesuitas. "En suma, hombres en permanente tensión para ser como Cristo en la tierra. Y no puede ser de otra manera para hombres que San Ignacio de Loyola reunió y reúne en una Compañía que lleva el mismísimo nombre de Jesús".

Como ejemplo de este carisma de la orden jesuítica, el Papa habló de Pedro Favre, el camarada de San Ignacio y primer sacerdote de la Orden, proclamado Santo por la vía especial (sin probar un segundo milagro), que fue un compendio viviente de las características espirituales y apostólica que hacen al jesuita.
"Estamos llamados [a] ser hombres que no deben vivir centrados en sí mismos porque el centro de la Compañía es Cristo y su Iglesia, dijo el Papa. (...) Y si Dios no está en el centro, la Compañía se desorienta. Por eso, ser jesuita significa ser una persona de pensamiento incompleto, de pensamiento abierto: porque piensa siempre mirando al horizonte que es la gloria de Dios siempre más grande, que sorprende sin cesar. Y esta es la inquietud de nuestra vorágine. Esa santa y bella inquietud".
El Papa propuso entonces a los 350 jesuitas que lo escuchaban preguntarse si se ha "conservado la inquietud de la búsqueda o si por el contrario se ha atrofiado". En realidad, agregó, para quien "milita en la Compañía" no hay alternativa, "hay que buscar a Dios para encontrarlo y encontrarlo para buscarlo aún más y siempre. Sólo esta inquietud da paz al corazón de un jesuita (...). Es la inquietud que nos prepara para recibir el don de la fecundidad apostólica. Sin inquietud somos estériles".
"Solo si se está centrado en Dios es posible ir a las periferias del mundo", insistió. Y, volviendo al ejemplo de Favre instó a preguntarse: "¿Tenemos también nosotros grandes visiones y entusiasmo? ¿Somos audaces nosotros también? ¿Nuestros sueños vuelan alto? ¿Nos devora el fervor? ¿O somos mediocres y nos contentamos con nuestras programaciones apostólicas de laboratorio? Recordémoslo siempre: la fuerza de la iglesia no está en sí misma o en su capacidad organizativa, sino que se esconde en las aguas profundas de Dios".

"Pienso en la tentación, que quizá podemos tener nosotros y que tantos tienen, de relacionar el anuncio del Evangelio con bastonazos inquisitoriales, de condena. No, ¡el Evangelio se anuncia con dulzura, con fraternidad, con amor!", exclamó.
Fue entonces que usó por segunda vez el término "militar", al decir: "Somos pequeños, somos pecadores, pero queremos militar bajo el estandarte de la Cruz en la Compañía insigne del nombre de Jesús. Nosotros, que somos egoístas, queremos sin embargo vivir una vida agitada por grandes deseos. Renovamos ahora nuestra oblación al Eterno Señor del universo para que con ayuda de su Madre gloriosa podamos querer, desear y vivir los sentimientos de Cristo, que se despojó a sí mismo·".
Francisco había llegado al gran centro jesuita de Roma, que es la Iglesia del Jesús, poco antes de las 9 de la mañana, donde fue recibido por el superior general de la Orden, Adolfo Nicolás. Fue entonces cuando ambos, "Papa Negro" (como llaman algunos al titular de la Compañía de Jesús) y "Papa Blanco", posaron para la foto.

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