"La Iglesia está llena de cristianos derrotados, convencidos a medias", dijo el Pontífice en la misa de hoy. La fe plena "todo lo puede" y "vence al mundo", pero hace falta coraje para entregarse a Dios, agregó
"De parte nuestra, la fe. De parte de Dios, el Espíritu Santo, que hace esta obra de Gracia –explicó a continuación-. Y esta es la victoria que ha vencido al mundo. ¡Nuestra fe! ¡Nuestra fe lo puede todo! ¡Es victoria! Y esto sería hermoso que lo repitiésemos, incluso a nosotros mismos, porque muchas veces somos cristianos derrotados. Y la Iglesia está llena de cristianos derrotados, que no creen en esto, que no viven esta fe, porque si no se vive esta fe, viene la derrota y vence el mundo, el príncipe del mundo".
Fue entonces cuando hizo referencia al Credo que, después del Padrenuestro y el Ave María, es uno de los textos más recitados en las liturgias cristianas, y la necesidad de verdaderamente sentir lo que se está diciendo.
"La fe es confesar a Dios, dijo el Papa, pero el Dios que se ha revelado a nosotros, desde el tiempo de nuestros padres hasta nosotros ahora; el Dios de la Historia. Y esto es lo que todos los días recitamos en el Credo. Y una cosa es recitar el Credo de corazón y otra como papagayos, ¿no? Creo, creo en Dios, creo en Jesucristo, creo... ¿creo lo que digo? ¿Esta confesión de fe es verdadera o la digo un poco de memoria, porque tengo que decirlo? ¿O creo a medias?".
Y llamó a profesar la fe, en la tradición: "¡Confesar la fe! ¡Toda! ¡No una parte! ¡Toda! Y esta fe custodiarla toda, tal como llegó a nosotros, en el camino de la tradición: ¡toda la fe! ¿Y cómo puedo saber si confieso bien la fe? Hay un signo: el que confiesa bien la fe, toda la fe, tiene capacidad para adorar a Dios".
"Sabemos cómo pedir a Dios, cómo agradecer a Dios; pero adorar a Dios, alabar a Dios, ¡es algo más! Sólo quien tiene esta fe fuerte es capaz de adorar", insistió. "Me atrevo a decir que el termómetro de la vida de la Iglesia está un poco basado en esto: (...) hay poca capacidad de adorar, 'no tenemos tanta, un poco, sí'. Y esto es así porque en la confesión de la fe no estamos del todo convencidos o sólo lo estamos a medias".
Por lo tanto, subrayó el Sumo Pontífice, lo primero es confesar la fe y custodiarla.
"El hombre y la mujer que tiene fe se entrega a Dios. Pablo, en un momento de oscuridad en su vida, decía: 'Yo sé bien a quién me he entregado'. ¡A Dios! ¡Al Señor Jesús! Entregarse: esto es lo que nos lleva a la esperanza. Así como la confesión de la fe nos lleva a la adoración y a la alabanza de Dios, el entregarnos a Dios nos lleva a una actitud de esperanza. Hay muchos cristianos con una esperanza diluida, (...) débil. ¿Por qué? Porque no tienen la fuerza y el coraje de entregarse al Señor. Pero si nosotros cristianos creemos confesando la fe, custodiando la fe y entregándonos al Señor, seremos cristianos vencedores", concluyó el Papa.
"De parte nuestra, la fe. De parte de Dios, el Espíritu Santo, que hace esta obra de Gracia –explicó a continuación-. Y esta es la victoria que ha vencido al mundo. ¡Nuestra fe! ¡Nuestra fe lo puede todo! ¡Es victoria! Y esto sería hermoso que lo repitiésemos, incluso a nosotros mismos, porque muchas veces somos cristianos derrotados. Y la Iglesia está llena de cristianos derrotados, que no creen en esto, que no viven esta fe, porque si no se vive esta fe, viene la derrota y vence el mundo, el príncipe del mundo".
Fue entonces cuando hizo referencia al Credo que, después del Padrenuestro y el Ave María, es uno de los textos más recitados en las liturgias cristianas, y la necesidad de verdaderamente sentir lo que se está diciendo.
"La fe es confesar a Dios, dijo el Papa, pero el Dios que se ha revelado a nosotros, desde el tiempo de nuestros padres hasta nosotros ahora; el Dios de la Historia. Y esto es lo que todos los días recitamos en el Credo. Y una cosa es recitar el Credo de corazón y otra como papagayos, ¿no? Creo, creo en Dios, creo en Jesucristo, creo... ¿creo lo que digo? ¿Esta confesión de fe es verdadera o la digo un poco de memoria, porque tengo que decirlo? ¿O creo a medias?".
Y llamó a profesar la fe, en la tradición: "¡Confesar la fe! ¡Toda! ¡No una parte! ¡Toda! Y esta fe custodiarla toda, tal como llegó a nosotros, en el camino de la tradición: ¡toda la fe! ¿Y cómo puedo saber si confieso bien la fe? Hay un signo: el que confiesa bien la fe, toda la fe, tiene capacidad para adorar a Dios".
"Sabemos cómo pedir a Dios, cómo agradecer a Dios; pero adorar a Dios, alabar a Dios, ¡es algo más! Sólo quien tiene esta fe fuerte es capaz de adorar", insistió. "Me atrevo a decir que el termómetro de la vida de la Iglesia está un poco basado en esto: (...) hay poca capacidad de adorar, 'no tenemos tanta, un poco, sí'. Y esto es así porque en la confesión de la fe no estamos del todo convencidos o sólo lo estamos a medias".

Por lo tanto, subrayó el Sumo Pontífice, lo primero es confesar la fe y custodiarla.
"El hombre y la mujer que tiene fe se entrega a Dios. Pablo, en un momento de oscuridad en su vida, decía: 'Yo sé bien a quién me he entregado'. ¡A Dios! ¡Al Señor Jesús! Entregarse: esto es lo que nos lleva a la esperanza. Así como la confesión de la fe nos lleva a la adoración y a la alabanza de Dios, el entregarnos a Dios nos lleva a una actitud de esperanza. Hay muchos cristianos con una esperanza diluida, (...) débil. ¿Por qué? Porque no tienen la fuerza y el coraje de entregarse al Señor. Pero si nosotros cristianos creemos confesando la fe, custodiando la fe y entregándonos al Señor, seremos cristianos vencedores", concluyó el Papa.

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