Una flota de robots está a punto de tomar control de los océanos,es en realidad la concreción de un proyecto de larga data de un grupo de investigadores en California, que diseñó unos dispositivos capaces de navegar los mares en busca de información científica nunca antes conseguida.
Las máquinas flotantes serán capaces de recorrer más de 9.000 millas por año y de sondear las profundidades para recoger datos sobre la fauna, los lechos oceánicos y el agua misma, que son transmitidos en tiempo real a tierra firme.
Esta semana, cuatro robots fueron lanzados al Pacífico desde la ciudad estadounidense de San Francisco, en el llamado "Desafío Pacx": una misión que se propone cubrir la mayor distancia jamás recorrida por vehículos oceánicos no tripulados, con las costas de Australia y Japón como destino.
Señaló a BBC Mundo Graham Hine, vicepresidente de operaciones de Liquid Robotics "Queremos mostrar que la tecnología puede cambiar nuestra comprensión de los océanos. Después de todo, los océanos son tres cuarta parte de nuestro planeta y han sido poco comprendidos hasta ahora porque ha sido muy difícil accederlos",
Se ha lanzado una convocatoria abierta a científicos de todo el mundo para premiar la idea más innovadora sobre cómo usar esta información recopilada en ultramar.
De lograrlo, el premio para Liquid Robotics –la empresa de Silicon Valley que está detrás del proyecto-
La idea surgió de la necesidad de seguirles los pasos a las ballenas jorobadas de Hawaii. Allí, la Fundación de Investigación Júpiter pidió a un grupo de investigadores del Silicon Valley que diseñara dispositivos para poder registrar los sonidos de estos cetáceos sin necesidad de anclar los equipos de grabación al suelo oceánico.
Los equipos de Liquid Robotics, son capaces de impulsarse solos mediante el uso de energía eólica y solar, lo que les otorga autonomía de navegación teóricamente sin límites
Los robots son pequeñas balsas, de dos metros de largo por medio de ancho, hechas del mismo material que los equipos de surf y puestos a flotar sobre las olas.
El verdadero tesoro está en cajas selladas de aluminio: allí se alojan los sensores, con conectores a prueba de agua, capaces de recoger millones de datos para almacenarlos en pequeños chips.
En un mástil externo tienen una estación de medición climática y, debajo del agua, están unidos por un cordón umbilical a un zepelín que funciona como hélice, impulsada por la energía solar que le proveen dos paneles en la superficie.
Al no estar tripulados, los robots pueden aventurarse a las aguas en cualquier condición climática. Aunque allí afuera también tienen sus desafíos por sortear, desde las grandes tormentas a la amenaza de los tiburones (en un prototipo, un sensor recibió una mordedura letal) o la necesidad de contar con un sistema de alertas para evitar choques con embarcaciones.
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En el trayecto, se ocuparán de recoger datos sobre temperatura y salinidad, sobre la biología submarina (por ejemplo, determinar si hay superpoblación de una especie en un área determinada), el comportamiento de las olas en altamar, la composición química o la posible existencia de crudo, entre otras cosas.
Entre sus usos concretos, los científicos destacan la posibilidad de medir variables para avanzar en el entendimiento del cambio climático, de detectar alertas de tsunami que sólo se perciben en aguas profundas o incursionar en el centro de un huracán para poder comprender mejor la dinámica de este fenómeno meteorológico.
Son parte del atractivo: los costos, por unos US$3.00 al día que cuesta solventar un robot, se puede reemplazar una embarcación que recoja datos similares cuyo mantenimiento sale hasta 35 veces más
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