Hace apenas 25 años, los ARN no codificantes se consideraban nada más que "ruido de fondo" en el panorama global genómica, pero ahora dos nuevos estudios revelan en las revistas 'Cell' y 'Cell Stem Cel' que una de estas pequeñas moléculas no codificantes, microARN-22 (miR-22), juega un papel desmesurado en el cáncer de mama y de la sangre.
Los dos documentos demuestran en modelos de ratón unidades de miR-22 en la aparición y la propagación del cáncer de mama, así como la aparición de cáncer de la sangre. Los resultados, liderados por investigadores del Centro Médico Beth Israel Deaconess (BIDMC), sugieren además que la inhibición de miR-22 a través de un método de "señuelo" ofrece una nueva opción terapéutica para el tratamiento de neoplasias hematológicas.
"Esta es la primera vez que se demuestra que un microRNA impulsa tanto la iniciación del cáncer como la metástasis en un modelo de ratón", explica el autor principal, Pier Paolo Pandolfi, director científico del Centro del Cáncer de BIDMC y profesor de Medicina en la 'Harvard Medical School', en Estados Unidos. "Es sorprendente que, por sí misma, esta pequeña microARN puede desencadenar el cáncer en dos órganos distintos, tal vez en muchos más, y en el caso del cáncer de mama, puede promover la metástasis", añade.
Aunque se ha avanzado mucho en la identificación de las causas genéticas de algunos tipos de cáncer, se ha hecho evidente que los cambios en la secuencia primaria del ADN por sí sola no pueden explicar los muchos pasos que son necesarios para convertir una célula normal en una de cáncer. Como estos nuevos documentos confirman, modificaciones epigenéticas, que se producen además de los cambios en las secuencias de ADN subyacentes e incluyen la metilación del ADN y la modificación de las histonas, juegan un papel integral en el cáncer.
"Nuestro descubrimiento es emocionante por varias razones --dijo Pandolfi--. Mecánicamente, se ha puesto de manifiesto de una manera en la que los microARN pueden reconfigurar fundamentalmente la manera en que el ADN se lee. Nuestros hallazgos muestran que miR-22 provoca un recableado epigenético, que reprime la expresión de ciertos genes, así como otros microARN seleccionados. Sobre la base de estos estudios, ahora sabemos que un miARN puede comunicarse y reprimir otros miARN epigenéticos. En este caso particular, también hemos aprendido que miR-22 lo hace al silenciar una familia de enzimas llamadas proteínas TET, que actuán como supresores de tumores".
Además, el equipo científico, dirigido por el primer autor Su Jung Song, becario postdoctoral en el laboratorio de Pandolfi, descubrió que la sobreexpresión de miR-22 también desencadena la metástasis, la propagación del cáncer desde el sitio primario a otros órganos, en este caso, a partir de tejido de mama a los pulmones.
"Hemos demostrado que mediante la promoción de la transición epitelio-mesenquima [EMT], un proceso por el cual las células cancerosas adquieren propiedades que les permitan ser a la vez más móviles e invasivas, miR-22 promueve la metástasis agresiva de cáncer de mama", explica Song. En concreto, añade, miR-22 silencia el antimetastásico miR-200 a través de la focalización directa de proteínas TET, como se muestra en un modelo de ratón.
"Aunque que estos resultados son extremadamente novedosos, lo que hace que este trabajo sea aún más emocionante son sus implicaciones terapéuticas", destaca Pandolfi. Como se describe en el segundo trabajo del equipo, los nuevos hallazgos identifican miR-22 como un modificador de la epigenética y determinante oncogénico clave de la patogénesis del síndrome mieolodisplásico (SMD) y leucemia en un modelo murino de la enfermedad, identificando así una nueva diana terapéutica para la sangre y tumores malignos de mama.
"Ya tenemos maneras de bloquean microARN --explica Pandolfi--. Podemos ir con moléculas señuelo muy pequeñas que bloquean la función de miR-22 y revertir su función oncogénica". Según explica este experto, estos nuevos documentos demuestran que un ácido nucleico cerrado (LNA) en la base terapéutica de focalización de miR -22 puede representar una estrategia eficaz para la reactivación de TET2 como una opción de tratamiento para un número de enfermedades, incluyendo SMD, leucemia y otros cánceres metastásicos.
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