Una vez aquel hombre se quedó mirando un árbol que en su tiempo fue el mejor y que hoy ya estaba viejo y pensó:
Para que lo quiero si ya no da frutos, nada más estorba, lo mejor es tirarlo.
Pero se dijo a mí mismo:
No vale la pena, él me cargó en sus ramas cuando estaba pequeño, para poder cortar sus frutos o para poder jugar.
Después de todo, él me vio crecer. Ya esta viejo y los mismos años lo van a consumir al ver que nadie se sube en sus ramas, como antes, o sólo con ver que nadie le hace caso, la tristeza lo va a tirar y yo estaré ahí para verlo caer.
De nada sirve tirarlo, pues no estaría tranquilo, porque de ese árbol yo comí en algún tiempo y sus ramas me sirvieron de sombra.
Aunque alguno de sus frutos me hicieron daño, otros de sus frutos me hicieron crecer, pues quiera o no, soy su retoño…
La vida es así, ese árbol me sirve para ver que el tiempo lo hace todo.
Ese árbol es mi padre.
Aunque aveces me hizo daño, algunos de sus consejos me sirvieron para hacerme fuerte.
Pensaba quitarlo, pues ya no me sirve. Yo se que es una tontería, pues no encuentro como combatir el “pesado pasado”.
Una vez él me dijo: “si no encuentras como resolver un problema mira donde empezó y de ahí empieza por resolverlo, o cuando una hierba mala no la puedas eliminar arráncala, y de esa forma se acaba el problema…”
Se prudente con tus padres pues ellos han dado todo de si mismos para verte crecer.
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