"Cuando empecé con la música es cuando realmente comencé a relacionarme con la gente, y con las chicas... imitaba los acentos de Paul McCartney y John Lennon para hablar con ellas".
A pesar de sus evidentes problemas psicológicos que afectan a sus movimientos y al habla, despierta entre muchas personas empatía y un inusitado interés por lo que hace, a menudo inspirado en el diablo, en la muerte y en su enfermedad.
Cuenta"Creo que a la gente le gusta el sentido del humor que hay en mis canciones"
Recuerda este estadounidense que descubrió al cuarteto de Liverpool tarde, cuando entraba casi en la veintena, y que estuvo cinco años seguidos escuchando sus discos de manera obsesiva en un cuarto de Virginia Occidental.
Ahora lleva décadas grabando discos y de vez en cuando recorre el mundo de gira, bajo la supervisión de su hermano. Ha llegado a exponer sus dibujos en grandes museos, como el Whitney neoyorquino.
Al teléfono, desde su habitación de hotel en Ámsterdam, le cuesta mantener la atención. Su mente a veces se queda en blanco y repite las mismas anécdotas como si fuera la primera vez que las contara.
Un día normal en su vida, cuando no está de gira, consiste en leer cómics, escuchar música y dibujar. "Y en elegir algo para comer".
El resultado de esa vida fascina a miles de personas en todo el mundo.
Viajar de un país a otro lo deja desubicado. También la medicación que toma diariamente, que tiene muy presente en su vida, aunque en esta ocasión no la menciona.
En televisión cantó su tema "Vivo mis sueños rotos":
Cuando me fui de San Marcos, probablemente me hubiesen metido en un psiquiátrico.
Mis esperanzas se rompen como un espejo en el suelo.
Me miro y me veo descompuesto, pero viví mis sueños rotos.
Por entonces trabajaba en un McDonalds. "Grababa mi música en cintas de cassette y se las regalaba a la gente que iba al restaurante. Solo a la que me parecía cool y también a las chicas, para que fueran a mis conciertos".
Muchas veces esa ingenuidad resulta inquietante. Una vez contó sobre le escenario que había soñado que a un tipo lo condenaban a muerte por haber intentado suicidarse. "Cuando acabó el concierto me dijeron que no volviera a contar ese chiste, pero no era una broma, era solo algo que había soñado...", dice.
Quizá por ello atrajo la atención de iconoclastas como David Bowie, Tom Waits o Kurt Cobain, quien popularizó uno de sus dibujos luciéndolo en sus camisetas mientras revolucionaba el rock liderando el movimiento grunge.
Ahora, por fin, edita su propio cómic. Se titula Space Ducks.
"Es sobre unos patos espaciales que participan en una guerra contra extraterrestres. También estoy trabajando con Matt Groening. Es el tipo que hace The Simpsons, ¿Los conoces? Ah... ¿son famosos en todo el mundo? No lo sabía".
Cuelga el teléfono para regresar a su universo, al universo Daniel Johnston, que habita en el interior del cuerpo de un hombre cincuentón de 120 kilos de peso.
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