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jueves, 20 de marzo de 2014

Habló el enfermero que estuvo de rehén en la cárcel de San Rafael: "me dijo ‘vos sos medio boleta’"

Le cuesta conciliar el sueño y cada tanto lo abruman los malos recuerdos. Además, está con tratamiento psiquiátrico y medicado para estar tranquilo y dormir. Así vive hoy Heber González (36), el enfermero de la cárcel local que la semana pasada estuvo seis horas como rehén de Martín Soria, un interno considerado problemático que pedía volver al penal de Almafuerte, lo que consiguió, y también ser operado.
Su odisea empezó cuando el preso se le apareció durante el recreo en la puerta de la enfermería, que da al patio. “Le pregunté qué necesitaba y si estaba descompuesto, me sacó una ‘chuza’, me la puso en el cuello, pensé que me estaba tomando el pelo, entonces me apretó más el cuello y me dijo ‘esto va en serio, vos sos medio boleta’. Ahí comenzó todo”.
Soria obligó a González a cerrar las puertas, le ató las manos y le advirtió que no le iba a hacer nada mientras se quedara acostado y quieto. “Por ahí se quedaba callado y otra veces hablaba, revolvió todo, encontró los elementos que usamos para comer; además buscaba pastillas, pero no había porque eso lo manejan en la farmacia. Pero igual él tenía pastillas y se las tomaba con mate o agua”.
Cuando se alteraba lo amenazaba con el arma o le pegaba a mano abierta, pero hubo ocasiones en que la situación se puso difícil, como cuando presionó la chuza sobre su espalda para mostrar que hablaba en serio, pero sin herirlo, aunque le rompió la chaquetilla. “En un momento de la negociación me dijo que ‘va a tener que correr sangre para acelerar las cosas”.
O en el momento “cuando habló con el director, se me vino encima y me pasó el cuchillo, yo estaba atado y ahí cerré los ojos directamente”. Ahí pensaba que se moría.
Su secuestrador repetía: “Soy un muerto en vida y no me interesa nada, yo estoy jugado, tengo problemas acá y en Mendoza, no me importa nada”. También “me dijo que la bronca no era conmigo, si no que vio la oportunidad y caí yo”.
De todos modos, “después un negociador lo supo llevar, le hablaba y se calmaba”.

Amenazas y entrega
Durante el tiempo de la toma, Heber recibía en su celular llamadas de sus familiares y Soria atendía, según relató a UNO de San Rafael.
“A todos le mencionaba su nombre y apellido y les comunicaba que me tenía de rehén, a algunos les decía que estaba bien y me ponía el teléfono en la oreja. Pero a mi papá lo asustó un poco porque habían pasado varias horas y le dijo que ‘hasta ahora está bien pero no sé enseguida, porque no me están dando las cosas que quiero”.
Finalmente el preso acordó su entrega con las autoridades con la condición que un funcionario saliera en TV anunciando su traslado a Almafuerte. “Al ver eso por televisión se tranquilizó, se acercó y me dijo ‘ya te vas a ir a tu casa”, recordó González, que fue desatado y salió de la enfermería.
Así recuperó su libertad, pero no su tranquilidad. “Estuve casi dos días sin dormir porque no conciliaba el sueño, quería dormir y se me acalambraban las piernas por la tensión. Estaba charlando con alguien y empezaba a transpirar o le quería cebar un mate a alguien y me temblaba la mano”. También cambió su número telefónico por el miedo a no saber quién llama.
Con la medicación ahora está más tranquilo y en parte ha recuperado el sueño, pero aún no sabe qué secuelas psíquicas le quedarán y si podrá volver a su puesto en la cárcel, donde trabaja hace cinco años. “Sinceramente no se qué voy a hacer, según lo que me vaya guiando el doctor y como quede”, concluyó.

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