Algunos estudios estiman que puede llegar a afectar al 2% de los niños en edad preescolar y escolar, una prevalencia cinco veces mayor que la de la enfermedad celíaca
Empieza la crisis de manera brusca y sin causa aparente, igual que acabará. Casi siempre es por la noche. Tras el primer vómito, el niño ya no puede parar. Devuelve más de cuatro veces cada hora y el trance suele prolongarse de uno a cuatro días. Está en ‘coma consciente’, pálido, asustado, agotado y desconectado de su entorno. Seguramente tendrá que ser hospitalizado para evitar que se deshidrate y tenga más complicaciones.

Empieza la crisis de manera brusca y sin causa aparente, igual que acabará. Casi siempre es por la noche. Tras el primer vómito, el niño ya no puede parar. Devuelve más de cuatro veces cada hora y el trance suele prolongarse de uno a cuatro días. Está en ‘coma consciente’, pálido, asustado, agotado y desconectado de su entorno. Seguramente tendrá que ser hospitalizado para evitar que se deshidrate y tenga más complicaciones.
El SVC se describió por primera vez en 1861, pero todavía no se conocen sus causas, ni existen pruebas de imagen o de laboratorio que confirmen la enfermedad. “Al no haber ningún tipo de marcador, el diagnóstico del síndrome se hace por descarte de todas las otras posibles opciones”, aclara a SINC Ramón Tormo, responsable de la unidad de Gastroenterología Infantil y Nutrición del hospital Quirón, Barcelona.
La detección del problema se complica aún más por el amplio espectro de cuadros clínicos que presentan los afectados. En ocasiones los padres solo tienen la sensación de que su niño devuelve mucho; en los casos más graves, los vómitos, con con sangre, duran 14 días
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