Desde que la enfermedad fue identificada en 1906 por el Dr. Alois Alzheimer, los científicos han estado buscando maneras de identificarla más temprano.
Sabemos que el proceso de la enfermedad inicia en el cerebro entre 10 y 15 años antes de que aparezcan los primeros síntomas en el paciente.
Ya para cuando los problemas de memoria se desarrollan, entre el 40% y 50% de las neuronas del paciente ya han sido afectadas o destruidas.
Hay ciertas características particulares del Alzheimer, incluyendo la acumulación de placas seniles en el cerebro, compuestas de la proteína beta-amiloide.
El problema es que la tecnología actual no puede confirmar la existencia de las placas de manera concluyente.
El año pasado, la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), aprobó una prueba de imágenes cerebrales, un tipo de tomografía, para detectar la presencia de proteínas amiloides en el cerebro.
Sin embargo, la FDA aclaró que la prueba en sí no es suficiente para diagnosticar el Alzheimer.
Mientras analizar el líquido de la columna vertebral, o incluso realizar una biopsia cerebral puede ofrecer una mejor perspectiva de lo que está ocurriendo en el cerebro, esto implica procedimientos invasivos, y ni siquiera se sabe con certeza quienes serían buenos candidatos.
En la mayoría de casos, la mejor opción que tenemos ahora es realizar un examen clínico neurológico luego de que el paciente haya sufrido pérdida de memoria.
Ésta es la razón por la que las investigaciones recientes llamaron mi atención.
Al estudiar cadáveres, los investigadores del Centro Médico Cedars-Sinai en Los Ángeles hicieron una observación interesante: La cantidad de proteína beta-amiloide en el cerebro casi equivalía a la cantidad de la misma proteína en la retina, en la parte interior del ojo.
Tiene sentido, ya que a medida que nuestros cuerpos se desarrollan desde que son embriones, la retina se forma del mismo tejido que forma el cerebro.
Basándose en este hallazgo, el equipo de investigación desarrolló una prueba no invasiva para buscar la existencia de las distintivas placas beta-amiloides en la retina.
Ahora, están llevando a cabo un ensayo clínico para ver si la prueba puede identificar pacientes que están empezando a desarrollar Alzheimer, pero que todavía no presentan síntomas.
Rosa Rodrigo sabe que en realidad su enfermedad fue encontrada demasiado tarde.
La mayor parte del tiempo, ella la enfrenta con calma.
"Ni siquiera me preocupo por eso. Si recuerdo algo, bueno. Si no, ¿qué puedo hacer? Que pase lo que tenga que pasar", dijo.
A pesar de que ella sabe que no obtendrá beneficios directos, accedió a participar en el ensayo del Centro Médico Cedars-Sinai.
"Me alegra mucho pensar que puedo ayudar a alguien".
Todavía no sabemos si la prueba será una buena herramienta para pronosticar la enfermedad de Alzheimer, pero los oficiales de la Asociación de Alzheimer, ubicada en Chicago, dicen que el trabajo es prometedor.
"Una prueba ocular confiable sería una contribución muy importante", según Maria Carrillo, Vicepresidenta de Relaciones Médicas y Científicas de la Asociación de Alzheimer.
"Las personas tienden a ir al oftalmólogo con más frecuencia a medida que se hacen mayores. Si se pudiera agregar una prueba rápida para ver si hay algún problema neurógeno en el cerebro, esto ayudaría mucho".
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