Hay cosas que lo pueden distraer cuando toma un café con un amigo: comida en sus dientes, meseras (os) atractivas (os), tiburones gigantes que nadan en círculos por encima su cabeza.
No es una alucinación; esta extraordinaria fotografía de dos hombres tomando café a 30 metros de profundidad es parte de un proyecto artístico que explora el misterioso mundo del buceo a pulmón.
Cada hombre, vestido con camiseta, vaqueros y gafas de sol, se sienta en una silla en el fondo del Mar Caribe con los tiburones de arrecife locales, inofensivos a los humanos, nadando a tan solo unos metros de ellos.
Por supuesto, estos no son hombres ordinarios, son buceadores a pulmón: atletas extremos que se lanzan a las profundidades del océano con tan solo una bocanada de aire, algunas veces descendiendo más de 100 metros, el equivalente a un edificio de 30 plantas, sin utilizar bombonas de oxígeno.
La fotógrafa norteamericana Lia Barret fotografiaba a los temerarios buceadores que competían en la Copa del Caribe frente a las costas de Honduras cuando decidió crear un mundo submarino irreal en el cual los humanos llevan a cabo tareas cotidianas, como tomar un café o montar en bicicleta.
"Después de que los competidores celebraran los nuevos récords nacionales y mundiales establecidos, aproveché su capacidad de contener la respiración para realizar fotografías que antes tan solo me había atrevido a soñar", dijo la fotógrafa koreana de 29 años.
"Un descenso de 30 metros para tomar estas fotografías no significó un gran esfuerzo para la capacidad de estos campeones que se sumergieron más de 90 metros en la competencia. Eran los modelos submarinos ideales".
Lo auténtico
Probablemente era de esperarse, a Barrett se le pregunta a menudo si las extraordinarias imágenes fueron retocadas con Photoshop. Se ríe e insiste que son auténticas al 100%.
La creación de la fotografía de los dos hombres tomando un café al lado de una lámpara, con el campeón de submarinismo a pulmón Walid Boudhiaf y el organizador de la Copa del Caribe Esteban Darhanpe, tomó 50 minutos, con los hombres recibiendo oxígeno cada tres minutos aproximadamente por parte de unos asistentes.
La bombilla era una luz estroboscópica que se encendía a distancia, que fijamos a la lámpara con cinta adhesiva para tubos", explicó Barrett. "Esta pieza en particular fue la comedia de todo.
"De vuelta a la superficie, agarrábamos la mesa con la lámpara colgando a un lado mientras hacíamos la parada de descompresión en medio de la corriente, fue todo un acontecimiento".
Los modelos submarinos hicieron una parada de 11 minutos durante la vuelta a la superficie, de esta forma se aseguraron de no subir tan rápidamente y sufrir la enfermedad por descompresión, la cual puede ocasionar desmayos mortales.
Asientos de primera fila
La fotógrafa submarina Barrett, equipada con equipo de submarinismo y cámaras especializadas, tiene "asientos de primera fila" para un deporte misterioso que para muchos permanece escondido bajo las olas .
"Antes de comenzar, los buceadores a pulmón se acuestan boca arriba durante alrededor de cinco minutos, luego comienzan a llenar sus pulmones de oxígeno, básicamente a tragar aire, y puedes ver cómo se expanden sus pulmones", dijo.
"Luego, simplemente se dan la vuelta y comienzan a nadar hacia abajo. Tienen que conservar muy bien su energía, al llegar aproximadamente a los 20 metros dejan de patalear y simplemente se dejan caer; parece como si estuvieran haciendo la siesta. Desaparecen en la oscuridad y todo cuanto vemos es un poco de movimiento".
A cien metros debajo de la superficie del agua, la frecuencia cardiaca del submarinista disminuye, sus vasos sanguíneos se encogen y sus pulmones se comprimen hasta el tamaño de una naranja bajo la tremenda presión del agua.
"Me encanta ver su transformación física cuando vuelven, puedes ver su el esfuerzo en su expresión facial, su caja torácica está más definida, sus labios están morados".
El momento en que alcanzan la superficie, cuando se arrancan dramáticamente las gafas y toman aire a bocanadas, ofrece a las docenas de espectadores que esperan en el muelle una extraña mezcla de emoción y alivio.
Negocios riesgosos
Uno de los mayores riesgos que encaran los buceadores a pulmón que se lanzan en picada al fondo del océano y vuelven al cabo de cuatro minutos es la enfermedad por descompresión, algo que Barrett ha visto de primera mano.
"Da miedo ver un desmayo", dijo. "Sin embargo, es parte del deporte, como lo son los accidentes de coches en la conducción de coches de carrera".
"Es como si se les hubiera ido la vida, un poco como si estuvieran dormidos. Pero hay equipos de seguridad con ellos durante la inmersión que están bien entrenados y les dan oxígeno para darles apoyo".
Es una sensación que el buceador a pulmón ganador de 15 campeonatos mundiales conoce muy bien. El buceador de 33 años creció buceando a pulmón desde la casa flotante de sus padres en Nueva Zelanda, y en 2010 se convirtió en la primera persona en romper la marca de los 100 metros con una sola respiración.
Se ha desmayado varias veces y calcula que alrededor de 1 de cada 10 buceadores se desmaya en las competencias, y agrega que casi todos los desmayos ocurren justo antes de alcanzar la superficie.
Para Trubridge es un riesgo que vale la pena: "El gozo de estar en el agua, suspendido en el silencio, a esa profundidad, es algo increíble", le dijo a CNN.
"Es casi imposible ponerse a pensar sobre del pasado o el futuro. Tan solo puedes vivir en el ahora, es como si te quitaras la mente racional y fueras solamente un punto de conciencia, la cual es una sensación verdaderamente liberadora".
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