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viernes, 20 de diciembre de 2013

¿Por qué el papa Francisco hace 'temblar' al obispado mundial?

Tip O'Neill, quien fuera presidente de la Asamblea de Representantes de Estados Unidos, dijo alguna vez: "Toda la política es local". Ciertamente hay algo de verdad en esta frase aplicada a la Iglesia Católica Romana.
La mayoría de los católicos practicantes viven la Iglesia a través de su parroquia y su vida sacramental a través del sacerdote que oficia en ella. Esos sacerdotes son ordenados para una diócesis en particular que coexiste con otras en una zona geográfica determinada y que están bajo la administración del obispo local. El Papa nombra a ese obispo, pero la Congregación para los Obispos en el Vaticano es la que tiene mayor influencia para determinar quién es elegido como obispo y qué lugar deberá administrar.
Esta semana, el pontífice ha dejado ver su intención en este ámbito. Al retirar de la Congregación para los Obispos a los cardenales estadounidenses Raymond Burke y Justin Rigali y asignar al cardenal Donald Wuerl, marca el cambio más radical, un movimiento que afectará la estructura jerárquica de la Iglesia de pies a cabeza. Los obispos deciden la relación y la importancia de las comunidades eclesiásticas locales.
La Congregación para los Obispos estará poblada por una clase diferente de personas que materializarán la Iglesia regida tanto por la compasión como por la ortodoxia que Francisco visualiza. Esto es muy importante.
Mientras que Burke apoya el matrimonio tradicional, condena el aborto y le encantan las sotanas finas, Rigali parecía ser menos sensible a la gravedad de la tragedia de la pedofilia entre los sacerdotes; estas posturas están relacionadas con los conservadores católicos romanos. Al retirar a estos hombres, Francisco ha cambiado las prioridades.
Sin embargo, Wuerl difícilmente es liberal. Aunque el nuevo obispo de Pittsburgh no ha tomado el rumbo tradicional de su predecesor al no solo lavar los pies de los varones, sino también de las mujeres en la ceremonia del Jueves Santo —gesto asociado con el servicio que Jesús prestó a sus discípulos—, aceptó la petición de Roma de servir como coadjutor de la Diócesis de Seattle en una época en la que su obispo había hecho declaraciones sobre la homosexualidad, el divorcio y el sacerdocio demasiado liberales para Roma. También fue secretario ejecutivo de un estudio sobre los seminarios estadounidenses que el Papa ordenó.
Por ende, no puede ser catalogado como liberal o conservador. Toma la iniciativa pastoral y al parecer cree que "el poder auténtico es el servicio", como Francisco lo ha declarado, pero también es un hijo leal. En un artículo publicado en 2013 en el suplemento National Catholic Reporter lo describieron como "el núcleo de la conferencia de los obispos" y según dijo: "Se supone que en el púlpito debemos presentar la enseñanza con toda su claridad, sin retoques, pero cuando bajas del púlpito, tienes que reunirte con la gente en donde está y tratar de caminar con ellos".
La reestructuración de la Congregación para los Obispos que Francisco ha llevado a cabo va más allá del reemplazo de los dos prelados estadounidenses. Podemos estar seguros de que todos los nuevos miembros de la congregación están de acuerdo con su punto de vista: la compasión y la solidaridad son lo principal. Él prioriza las esperanzas y las angustias de la gente a la que busca servir y no las enseñanzas abstractas.
Esta incorporación de hombres seleccionados cuidadosamente y que comparten sus prioridades coincide con el testimonio del mismo Francisco y con sus esfuerzos de renovar la Curia (la burocracia del Vaticano); tal vez sea la herramienta más poderosa que tenga para lograr un cambio extendido y sostenido en cada parroquia del mundo entero.
En el libro Pope Francis: Why He Leads the Way He Leads (Por qué el papa Francisco dirige como dirige), Chris Lowney inicia cada capítulo con una cita de Francisco. Estas citas explican elocuentemente por qué reemplazó a Burke y a Rigali: no es que hayan hecho algo malo sino que Francisco desea dar un nuevo valor a su papado.
Al principio del capítulo titulado El nuevo líder, está la frase: "El mundo actual está muy necesitado de testigos, no tanto de maestros, sino de testigos. No se trata de hablar, sino de hablar con nuestra vida entera". Tal vez por eso Francisco compartió su desayuno de cumpleaños con cuatro indigentes.
En el capítulo cuatro, titulado Lavar los pies: el verdadero poder es el servicio: "Este es un símbolo, una señal… Lavar los pies significa: 'estoy a tu servicio'. Como sacerdote y como obispo debo estar a tu servicio". ¿Acaso el pontífice no lavó los pies de los presos de una penitenciaría italiana el pasado Jueves Santo, incluso los de unas chicas musulmanas?
En el libro hay una tercera cita tomada del discurso que Francisco pronunció ante los obispos brasileños en julio: "Si no preparamos a los ministros para que sean capaces de conmover a la gente, de caminar con ellos en la noche, de dialogar con sus esperanzas y sus decepciones, de sanar sus heridas, ¿qué esperanza podemos tener para nuestro viaje presente y futuro?". No hay duda de que Francisco quiere garantizar que aquellos hombres a los que designa como obispos compartan su perspectiva.
Francisco no es conservador ni liberal y así se ha manifestado. No le interesa la ideología, sino el Evangelio. Me viene a la mente el capítulo 25 del evangelio de Mateo: "Porque tuve hambre, y me dísteis de comer; tuve sed, y me dísteis de beber; fui forastero, y me recogísteis; estuve desnudo, y me cubrísteis; enfermo, y me visitásteis; en la cárcel, y vinísteis a mí"; también nos recuerda los consejos de Mateo 7:1: "No juzguéis, para que no seáis juzgados" y las de Colosenses 3:13: "De la manera que el Señor os perdonó, así también hacedlo vosotros".

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