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miércoles, 29 de agosto de 2012

La familia que vive en horario marciano



Es lo que decidieron hacer los Oh: los Tres hijos y la esposa de David Oh, nada menos que el director de vuelo de la más reciente misión espacial a Marte, protagonizada por el robot explorador Curiosity.


Para ellos ha sido una "vacación marciana", que eventualmente los llevó a desayunar en mitad de la tarde, tomarse fotos en el centro de avenidas desiertas e ir al supermercado cuando los cajeros del último turno de la la madrugada luchaban por mantener los ojos abiertos, frente a sus máquinas registradoras.
Para el resto de los mortales, se trata de un experimento de cómo podríamos adaptarnos a los ciclos del día y de la noche si la ficción alcanza a la realidad y nos terminamos mudando al planeta vecino. Y al parecer, hasta nos podría ir mejor que aquí en la Tierra.
David Oh en el Laboratorio
Mientras el Curiosity escudriña Marte, Oh y su familia curiosean rincones inexplorados de Los Ángeles terrestre

Lo primero que hay que saber que el ingeniero Oh y sus colegas de hecho se comunican con el robot explorador (el rover) en horario diurno. Diurno marciano, esto es.Pero apaguemos un poco los cohetes y regresemos esta historia a la base de lanzamiento.
Algo clave, porque los días en el planeta rojo -a los que se llama "sols"- duran 40 minutos más que en nuestra casa azul, que da vueltas sobre su propio eje ligeramente más rápido.
Puede no parecer mucho, pero si cada día tuviéramos que ir a la cama 40 minutos más tarde, toma un cálculo simple confirmar que el llamado reloj biológico quedaría de cabeza al cabo de una semana. En teoría... (ver abajo).

Exactamente lo que hicieron la esposa de Oh, Bryn, y sus tres hijos de 13, 10 y 8 años respectivamente, en un acto de solidaridad familiar francamente conmovedor.
"Ha sido grandioso tener a la familia junta en hora marciana. No hay nada como volver a casa después de un largo día de trabajo, a las cuatro de la mañana, abrir la puerta y encontrarte con tus hijos que te gritan '¡papi!', y luego sentarse a cenar", dice Oh en un blog en el que le da seguimiento a esta aventura de un mes de duración.
"Nos ha acercado mucho como deambular por las noches haciendo todas estas cosas diferentes. Creo que somos una familia más unida al final de todo esto", añade.

De esta manera conocieron a la "amigable mesera Auggie, al entusiasta del espacio de la cancha de boliche, y a Andy, el dependiente de un negocio de venta de periódicos abierto las 24 horas, grandes personas con quienes nunca nos habríamos topado en tiempo terrícola", escribe Oh.
Así que cuando el Curiosity deja de escudriñar la superficie marciana y se va "a dormir", David vuelve a casa del Laboratorio de Propulsión de Jet en la ciudad de Los Ángeles y se pone a curiosar, con su familia, algunos rincones inexplorados de la superficie terrestre.
Pero como todo tiene un precio, el que tuvo que pagar la familia fue perder el contacto con los seres de este planeta. "Estamos ansiosos de volver al tiempo de la Tierra (¡de regresar a casa!) y reencontrarnos con nuestros amigos. Vamos a hacer una gran fiesta para celebrar", dice.
La experiencia está tocando a su fin. Los niños han regresado este martes a la escuela, en horario terrícola, y la familia está retomando el sentido del tiempo estándar, de huso horario en huso horario. El ingeniero Oh espera que para el sábado todo mundo haya "aterrizado" en Los Ángeles de nuevo.

Pero, como suele ocurrir, las vacaciones ("en Marte") pueden haber dejado a los Oh necesitando otras vacaciones. ¿O tal vez no?
El Curiosity se aproxima a Marte, en una impresión de artista
Tal vez los Oh no necesiten vacaciones después de sus vacaciones en el planeta rojo...
"En el ejemplo de la familia del señor Oh en la Tierra (cambiar los horarios de esta manera) es un cierto desastre social, de adaptación", le explica a BBC Mundo el experto Diego García Borreguero, director del Instituto de Investigación del Sueño en Madrid, España.
"Pero desde el punto de vista puramente biológico, lo que están es permitiendo que el ritmo natural del organismo ocurra", añade el especialista.
Y es que, contrario a la creencia popular, el llamado reloj biológico funciona en un ciclo de 25 horas y 40 minutos, en vez de las 24 horas del ciclo terrestre. "Hay varios relojes circadianos, pero el central va a un ritmo de 25,6 horas. Es como decir que el reloj central funciona de por sí con un cierto retraso", explica García Borreguero.
Lo que sucede es que el organismo se adapta y produce una sincronización con ayuda de las fuentes de luz. "La luminosidad externa pone en hora todos los días nuestros relojes", indica.
¿Nos iría entonces mejor en Marte, naturalmente? "Probablemente sí", dice el científico, gracias a la "plasticidad" de nuestro sistema biológico, aunque apunta que "hay un límite".
Marisa Pedemonte, directora del Centro de Medicina del Sueño de Uruguay es un poco menos optimista. "La constancia del día y noche organizada en 24 horas fue una información poderosa e incambiada en el proceso del desarrollo filogenético. Sería todo un desafio estudiar la fisiología temporal en esa nueva situación", le dice a BBC Mundo.
Pero para García Borreguero, incluso si la diferencia horaria fuera superior, hay un margen de maniobra para el ser humano en el espacio. "A base de entrenamiento, podríamos evitar las consecuencias negativas de estos cambios", opina.

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