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martes, 2 de octubre de 2012

Un cementerio para patinetas en Londres


está a menos de 200 metros del área conocida como "la cripta" (por estar cubierta por un techo muy bajo), un espacio para la práctica de patinaje y bicicleta de estilo libre sobre la orilla sur del Támesis. Algunos patinadores, cuando parten su tabla, le quitan las ruedas, suben al puente y la arrojan a la plataforma.
Así, un espacio vacío, sin un sentido específico más allá de la función práctica de sostener una columna de un puente, va experimentando una metamorfosis que le otorga un sentido distinto, cierto simbolismo.
Esquema de ubicación del puente Hungerford y de la zona de "la cripta"
El cementerio de patinetas y el área de patinaje, a menos de 200m de distancia.

"Pura frustración"

Al llegar al local de patinetas conversé con uno de los empleados, Jin, quien hace unos ocho años comenzó a patinar en "la cripta" (es mucho tiempo, teniendo en cuenta que la edad de los patinadores con los que me crucé no parecía superar por mucho los 20 años).
Él nunca vio a nadie tirar una patineta. Tampoco tuvo necesidad de hacerlo con una de las suyas. "Yo nunca rompí una tabla", dijo, "soy muy flaco". Sus compañeros, que daban la impresión de pertenecer a cierta elite patinetera, dijeron que tampoco les pasó nunca. Todos eran muy esbeltos, hay que admitir. ¿Hay que tener sobrepeso para romper una tabla? "No, a veces la gente se enoja y la parte de pura frustración", sugirió uno.
Vista del cementerio de patinetas desde el puente Hungerford
Así se ven quienes pasan en estos días por el puente Hungerfod el cementerio de patinetas.
El enojo podría ser uno de los motivos que lleva a los patinadores a lanzar sus tablas al cementerio del puente Hungerford cree Daniel Bush, quien dedicó su tesis de maestría sobre diseño a ese espacio.
La hipótesis de Bush es que a medida que el área de "la cripta" se fue achicando, con el crecimiento de edificios y otras obras en la zona, los patinadores fueron perdiendo un espacio que consideraban vital.
"Mi conclusión es que los patinadores sentían que estaban siendo constreñidos por la sociedad y este acto (arrojar las tablas) es un tipo de respuesta", me dijo. "Es el único lugar donde las podían poner, para que la gente las vea".
No son tan fáciles de descubrir, sin embargo, porque para verlas hay que detenerse especialmente en un punto específico del puente y mirar hacia abajo. Con las espectaculares vistas de Londres que hay allí, poca gente hace el ejercicio de agachar la vista.
Pero hay alguien que sí tiene muy presente el cementerio de patinetas. Es Andy Foster, responsable de puentes y estructuras del ayuntamiento de Westminster, bajo cuya órbita recae el mantenimiento de este área.
A su departamento le toca limpiarla cada dos años. "Con dificultad", dijo, "porque hay que hacerlo en bote o en rapel".
Cuando el equipo de Foster entra en acción ocurre una nueva metamorfosis: la plataforma queda yerma, vuelve a ser lo que era.
Pero no por mucho tiempo, en seguida los patinadores vuelven a "enterrar" sus tablas.

"Actitud antisocial"

El ayuntamiento no es el único que interviene o ha intervenido en ese espacio. En marzo de 2012 alguien movió todas las tablas para formar un inmenso número uno. clic(El sitio web Londonist publicó una foto.)

Nadie sabe bien por qué ni para qué, pero esa transformación permaneció allí hasta que la gente de Foster volvió a actuar.
Daniel Bush operó su propia metamorfosis sobre el área a fines de 2009, en el marco de su tesis.
Fragmentos del cartel que colocó Daniel Bush (abajo) y del que muestra las vistas del puente
Fragmentos del cartel que colocó Daniel Bush (abajo) y del que muestra las vistas del puente.
"Mi idea fue crear un cartel para poner sobre la baranda del puente, lo más parecido posible a uno que hay en el otro extremo", dijo. El que copió tiene una silueta de la vista que se aprecia desde el puente y explica qué es cada cosa que se ve; el suyo era un plano de las patinetas sobre la plataforma. "A cada una le di una fecha de nacimiento y una de fallecimiento". También les inventó una historia.
Bush quería que la gente se vinculara con ese espacio. También creó un sitio web en el que invitaba a los patinadores a contar la verdadera historia de las tablas.


"Sólo uno o dos patinadores participaron", confesó Bush. Tampoco logró -ni él ni yo- dar con un patinador que validara su hipótesis de que arrojar las tablas el puente Hungerford constituye un acto de rebeldía.
Ni siquiera "representa una preocupación en términos de seguridad", agregó Foster, del ayuntamiento, "porque el público no puede acceder al área fácilmente". Aunque admitió que arrojar las tablas desde el puente "es comparable a arrojar basura en la calle y es visto como una actitud antisocial".
¿Qué dicen los patinadores, entonces? Aparentemente, nada de simbolismo. "Todos los hacen", es la respuesta estándar.
Más aún, ese "todos" es una hipérbole, afirmó Jin, el de la tienda: "Muchos nos traen sus tablas rotas y nosotros las tiramos al reciclado".Un patinador en "la cripta"
Otros las tiran al río o -seguramente la opción favorita de Foster- directamente a la basura.
Pero el puente sigue acumulándolas.

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