Tenemos más comodidades que nuestros abuelos y, de alguna manera, tenemos una vida más fácil, en el hogar, el trabajo… Imaginemos que no tenemos todas las cosas de las que no parece que podamos prescindir, seria muy difícil ¿verdad?
Si sobrepasamos nuestras necesidades básicas, asoma la felicidad que nos pide más para mejorar nuestra situación. Ese es el problema que cuando nos acostumbramos a lo nuevo, ya nada nos sorprende y todo lo vemos con normalidad. Los seres humanos tenemos una capacidad de adaptación tremenda.
Hay países en que la satisfacción con la vida aumenta si se puede vivir en una casa digna, se puede escolarizar a los hijos y se puede acceder a la sanidad. Una gran razón para compartir nuestra riqueza con aquellos que de verdad la necesitan. El dinero, que no nos hace más felices puede significarmucho para ellos.
Hay otra consecuencia más delicada: la felicidad no se compra con dinero, pero a veces podemos sentirnos más contentos. ¿ Por qué? ¿ Cuál es la diferencia entre felicidad y satisfacción? La felicidad es una emoción que aparece cuando menos lo esperamos, frente a algunos estímulos. La satisfacción es otra cosa, un poco más complejo. Es una opinión que producimos recordando nuestros sentimientos. Podemos sentirnos felices, pero no satisfechos con nuestra vida, pensamos que las cosas podrían ir mejor de lo que van… El cerebro humano está programado para recordar antes lo negativo que lo positivo. Es un cuestión de supervivencia. Frente a recuerdos agradables y desagradables igual de intensos, los buenos se recuerdan mejor.
La satisfacción no se basa en tener ? en este caso dinero ? si no en tener más que los demás. Por este motivo en los países desarrollados la gente no se siente más feliz cuando crece la economía nacional. Luego, ¿ merece la pena pasarse la vida tras el dinero sólo para que nuestro cerebro nos engañe sobre lo felices que somos?
Concluyendo: El ansia por el dinero es dañino, a consecuencia de ello olvidamos el verdadero sentido de la vida.
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