No pasa día sin
que Jorge Bergoglio predique: sea
desde Santa Marta, durante la misa diaria, sea en la audiencia general o en
cualquier otra actividad de su apretada agenda. Esta semana fue particularmente
prolífica: a la publicación
de primera exhortación apostólica, un documento de su puño y letra de unas
150 páginas, se sumaron reflexiones
sobre el sentido de la vida y de la muerte para el cristiano, el lugar de los viejos en la sociedad–tema
recurrente en él-, el martirio por la fe
–en el pasado y en el presente-, esa fe que lleva a hacer "elecciones definitivas", en contraste con el "pensamiento débil" o
"prêt-à-porter".
En particular, se quejó contra los que quieren relegar la religión a la esfera privada, reaccionando así contra un secularismo militante, agresivo, intolerante, que en nombre del laicismo pretende borrar de la vida pública todo signo de fe, y del cual él fue sin duda víctima varias veces mientras estaba al frente de la Arquidiócesis de Buenos Aires.
"Hay 'poderes mundanos' que quisieran que la religión fuera 'algo privado' –dijo Francisco en la homilía del jueves pasado, 28 de noviembre. Pero a Dios se lo adora hasta el final con confianza y fidelidad". Los cristianos que hoy son perseguidos, explicó, son el signo de aquello que anunciaba Jesús: "Habrá una profanación del templo, una profanación de la fe, del pueblo: será la abominación, será la desolación de la abominación. ¿Qué significa esto? Será como el triunfo del príncipe de este mundo: la derrota de Dios".
El Papa puso como ejemplo al profeta Daniel, echado a la fosa de los leones por haber adorado a Dios en vez de al rey. Ese sufrimiento, "la desolación de la abominación" -agregó- tiene un nombre preciso: la prohibición de adoración".
"No es permitido hablar de religión, porque sería algo privado ¿no es así? –siguió diciendo-. De esto públicamente no se habla. Los signos religiosos se eliminan. Se debe obedecer a las órdenes de los poderes mundanos. Se pueden hacer muchas cosas, cosas bonitas, pero no adorar a Dios. (...) Los cristianos que sufren tiempos de persecución, tiempos de prohibición de adoración son una profecía de lo que nos sucederá a todos".
"Esta semana nos hará bien pensar en esta apostasía general, que se llama prohibición de adoración y preguntarnos: ¿yo adoro a Jesucristo, el Señor? ¿O un poco mitad y mitad, hago el juego del príncipe de este mundo?", interpeló el Papa.
"El hombre puede creerse dueño del momento, pero Cristo es dueño del tiempo"
Particularmente significativa fue su reflexión sobre el momento y el tiempo. Lo fugaz y lo eterno. Lo humano y lo divino. "El hombre puede creerse dueño del momento pero Cristo es el único dueño del tiempo", sentenció Francisco.
"La oración, con el discernimiento, ayuda a descifrar cada momento de la vida y a orientarlos hacia Dios. La esperanza es el faro de un largo viaje que ilumina el último abordaje", dijo el Papa, en una homilía sobre el devenir de la existencia, sobre lo poco que podemos controlar y lo mucho que no y para lo cual nos queda la esperanza.
"Podemos sentirnos dueños del momento –afirmó- pero el engaño es creernos dueños de tiempo: el tiempo no es nuestro, ¡el tiempo pertenece a Dios! El momento está en nuestras manos y también nuestra libertad sobre la forma de tomarlo. Y más aún: podemos ser dueños del momento, pero para el tiempo hay un solo dueño, un solo Señor, Jesucristo".
"Para conocer los verdaderos signos, para conocer la vía que debo tomar en ese momento, el don del discernimiento y de la oración es necesario. Al contrario, para mirar el tiempo, cuyo único dueño es el Señor, Jesucristo, no podemos tener ninguna virtud humana (sino una) donada, ofrecida por el Señor: es la esperanza. La oración y el discernimiento para el momento; la esperanza para el tiempo", concluyó Francisco.
El único mandamiento con "premio"
"La vida humana conserva siempre su valor a los ojos de Dios" –advirtió el Papa. Por ello la gente mayor "participa plenamente en la misión de la Iglesia" porque ellos llevan consigo "la memoria y la sabiduría de la vida".
"Dios nos enseña a respetar a los abuelos, en su memoria está el futuro de un pueblo", agregó sobre este tema que le es tan caro. Un pueblo que "no respeta a los abuelos" no tiene memoria y por lo tanto tampoco futuro", advirtió.
El Papa había recordado al anciano Eleazar (libro de los Macabeos) que elige el martirio por coherencia con su fe en Dios y para dar testimonio de rectitud a los jóvenes: "Este noble, frente a los carceleros que querían obligarlo a abjurar, prefirió el martirio, el sacrificio de la vida, antes que una salvación lograda con hipocresía. Entre la apostasía y la fidelidad no dudó, en vez de cuidar de sí mismo pensó en los jóvenes", en lo que su acto de coraje podría dejarles en recuerdo.
"Vivimos en un tiempo en el cual los ancianos no cuentan –lamentó. Es feo decirlo, pero se los descarta, porque molestan. [Pero] los ancianos son los que nos traen la historia, la doctrina, la fe y nos las dan en herencia. Los abuelos son un tesoro. La memoria de nuestros antepasados nos lleva a la imitación de la fe. La vejez muchas veces es un poco fea, ¿no? Por las enfermedades que trae y todo eso, pero la sabiduría de nuestros abuelos es la herencia que debemos recibir".
En un momento, hasta pareció estar haciendo referencia a una etapa bien concreta de la Argentina. Fue cuando dijo: "Recemos por nuestros abuelos y abuelas, que tantas veces han tenido un rol heroico en la transmisión de la fe en tiempos de persecución. Cuando papá y mamá no estaban en casa, e incluso tenían ideas extrañas, que la política de aquel tiempo enseñaba, fueron las abuelas las que nos transmitieron la fe".
Finalmente, recordó que el cuarto mandamiento –"Honrarás a tu padre y a tu madre..."- es el único que tiene recompensa: "...para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar".
Rechazo al pensamiento débil y uniforme
«Un cristiano piensa según Dios y por ello rechaza el pensamiento débil y uniforme", fue el mensaje del Papa en la Misa de este viernes.
Jesús llama "necios y tardos de corazón" a los discípulos cuando no entienden, recordó. "El Señor quiere que entendamos lo que sucede en nuestros corazones, en nuestra vida, en el mundo, en la historia. ¿Qué significa esto que está pasando ahora?", dijo. En cambio, "el espíritu del mundo nos hace otras propuestas, porque no nos quiere como pueblo: nos quiere masa, sin pensamiento, sin libertad, (...) quiere que vayamos por un camino de uniformidad", advirtió. "El pensamiento uniforme, el pensamiento débil, un pensamiento tan extendido. (...) O incluso nos propone un pensamiento prêt-à-porter, de acuerdo a nuestros propios gustos: Yo pienso como me da la gana".
"Es hermoso pedir al Señor Jesús que nos envíe el espíritu de comprensión, dijo, para que no tengamos un pensamiento débil, uniforme, un pensamiento según los propios gustos, sino un pensamiento como lo quiere Dios".
"Los cristianos están llamados a elecciones definitivas, como nos enseñan los mártires de cada tiempo", había dicho en otro mensaje. "También hoy, hay hermanos perseguidos que son ejemplo para nosotros y nos alientan a confiarnos totalmente al Señor".
El Papa se refirió a un pasaje bíblico en el que jóvenes judíos esclavos en la corte de Nabucodonosor permanecen fieles al Señor con riesgo de sus vidas. "En su riesgo han elegido al Señor, con un corazón grande, sin interés personal, sin mezquindad. (...) Y esto no lo han hecho por una fuerza – me permito la palabra – fanática, no (...). Se han confiado, porque sabían que el Señor es fiel".
Una elección que vale para las cosas simples como para aquellas decisiones grandes y difíciles: "Cuando escuchamos la vida de los mártires, cuando leemos en los periódicos sobre las persecuciones contra los cristianos, pensamos en estos hermanos y hermanas en situaciones extremas, que hacen esta elección. Ellos viven en este tiempo. Ellos son un ejemplo para nosotros".
"Pidamos al Señor la gracia del coraje (para) ir adelante en nuestra vida cristiana, en las situaciones ordinarias, comunes, de cada día y también en las situaciones extremas", concluyó.
No temer a la muerte
En la catequesis del miércoles, durante la audiencia general, se había referido a la muerte, que "nos afecta a todos y nos interroga de modo profundo". "Para quien vive como si Dios no existiese, la muerte es una amenaza constante, porque supone el final del mundo presente". Pero, agregó, el deseo de vida dentro de nosotros es más fuerte incluso que el miedo a la muerte, (y) nos dice que no es posible que todo se quede en nada. "La respuesta cierta a esta sed de vida es la esperanza en la resurrección futura", agregó y se explayó sobre la importancia de prepararse bien "para morir en Cristo, estando cerca de Él con la oración, en los sacramentos y también en la práctica de la caridad. ¡Quien practica la misericordia no teme a la muerte!", exclamó el Papa.
"Si se entiende como el final de todo, la muerte asusta, aterroriza, se transforma en amenaza que rompe todo sueño, toda perspectiva (...). Esto sucede (...) cuando no creemos en un horizonte que va más allá de la vida presente; cuando se vive como si Dios no existiera. Esta concepción de la muerte es típica del pensamiento ateo, que interpreta la existencia como un encontrarse casualmente en el mundo y un caminar hacia la nada. Pero existe también un ateísmo práctico, que es un vivir sólo para los propios intereses y las cosas terrenas. Si nos dejamos llevar por esta visión errónea de la muerte, no tenemos otra opción que la de ocultar la muerte, negarla, o banalizarla, para que no nos dé miedo".
"Pero a esta falsa solución se rebela el corazón del hombre, su deseo de infinito, su nostalgia de la eternidad. (...) Incluso en el drama de la pérdida, surge del corazón la convicción de que no puede haber acabado todo, que el bien dado y recibido no ha sido inútil. Hay un instinto poderoso (que) nos dice que nuestra vida no termina con la muerte. Esta sed de vida ha encontrado su respuesta real y confiable en la resurrección de Jesucristo. (...) Una persona tiende a morir como ha vivido. Si mi vida ha sido un camino con el Señor, de confianza en su inmensa misericordia, estaré preparado para aceptar el momento último de mi existencia terrena como el definitivo abandono confiado en sus manos acogedoras, en la esperanza de contemplar cara a cara su rostro".
Jesús, siguió diciendo Bergoglio, invita a estar siempre preparados, vigilantes y para esto hay siempre una vía segura: "Recordemos que Él está presente en los más débiles y necesitados. Él mismo se identificó con ellos, en la famosa parábola del juicio final, cuando dijo: 'Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era extranjero y me acogiste, desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, estaba en la cárcel y viniste a verme. Todo lo que hiciste con estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hiciste'. Por tanto, un camino seguro es recuperar el sentido de la caridad cristiana y de la compartición fraterna, curar las heridas corporales y espirituales de nuestro prójimo. La solidaridad en compartir el dolor e infundir esperanza es premisa y condición para recibir en herencia el Reino preparado para nosotros".
En particular, se quejó contra los que quieren relegar la religión a la esfera privada, reaccionando así contra un secularismo militante, agresivo, intolerante, que en nombre del laicismo pretende borrar de la vida pública todo signo de fe, y del cual él fue sin duda víctima varias veces mientras estaba al frente de la Arquidiócesis de Buenos Aires.
"Hay 'poderes mundanos' que quisieran que la religión fuera 'algo privado' –dijo Francisco en la homilía del jueves pasado, 28 de noviembre. Pero a Dios se lo adora hasta el final con confianza y fidelidad". Los cristianos que hoy son perseguidos, explicó, son el signo de aquello que anunciaba Jesús: "Habrá una profanación del templo, una profanación de la fe, del pueblo: será la abominación, será la desolación de la abominación. ¿Qué significa esto? Será como el triunfo del príncipe de este mundo: la derrota de Dios".
El Papa puso como ejemplo al profeta Daniel, echado a la fosa de los leones por haber adorado a Dios en vez de al rey. Ese sufrimiento, "la desolación de la abominación" -agregó- tiene un nombre preciso: la prohibición de adoración".
"No es permitido hablar de religión, porque sería algo privado ¿no es así? –siguió diciendo-. De esto públicamente no se habla. Los signos religiosos se eliminan. Se debe obedecer a las órdenes de los poderes mundanos. Se pueden hacer muchas cosas, cosas bonitas, pero no adorar a Dios. (...) Los cristianos que sufren tiempos de persecución, tiempos de prohibición de adoración son una profecía de lo que nos sucederá a todos".
"Esta semana nos hará bien pensar en esta apostasía general, que se llama prohibición de adoración y preguntarnos: ¿yo adoro a Jesucristo, el Señor? ¿O un poco mitad y mitad, hago el juego del príncipe de este mundo?", interpeló el Papa.
"El hombre puede creerse dueño del momento, pero Cristo es dueño del tiempo"
Particularmente significativa fue su reflexión sobre el momento y el tiempo. Lo fugaz y lo eterno. Lo humano y lo divino. "El hombre puede creerse dueño del momento pero Cristo es el único dueño del tiempo", sentenció Francisco.
"La oración, con el discernimiento, ayuda a descifrar cada momento de la vida y a orientarlos hacia Dios. La esperanza es el faro de un largo viaje que ilumina el último abordaje", dijo el Papa, en una homilía sobre el devenir de la existencia, sobre lo poco que podemos controlar y lo mucho que no y para lo cual nos queda la esperanza.
"Podemos sentirnos dueños del momento –afirmó- pero el engaño es creernos dueños de tiempo: el tiempo no es nuestro, ¡el tiempo pertenece a Dios! El momento está en nuestras manos y también nuestra libertad sobre la forma de tomarlo. Y más aún: podemos ser dueños del momento, pero para el tiempo hay un solo dueño, un solo Señor, Jesucristo".
"Para conocer los verdaderos signos, para conocer la vía que debo tomar en ese momento, el don del discernimiento y de la oración es necesario. Al contrario, para mirar el tiempo, cuyo único dueño es el Señor, Jesucristo, no podemos tener ninguna virtud humana (sino una) donada, ofrecida por el Señor: es la esperanza. La oración y el discernimiento para el momento; la esperanza para el tiempo", concluyó Francisco.
El único mandamiento con "premio"
"La vida humana conserva siempre su valor a los ojos de Dios" –advirtió el Papa. Por ello la gente mayor "participa plenamente en la misión de la Iglesia" porque ellos llevan consigo "la memoria y la sabiduría de la vida".
"Dios nos enseña a respetar a los abuelos, en su memoria está el futuro de un pueblo", agregó sobre este tema que le es tan caro. Un pueblo que "no respeta a los abuelos" no tiene memoria y por lo tanto tampoco futuro", advirtió.
El Papa había recordado al anciano Eleazar (libro de los Macabeos) que elige el martirio por coherencia con su fe en Dios y para dar testimonio de rectitud a los jóvenes: "Este noble, frente a los carceleros que querían obligarlo a abjurar, prefirió el martirio, el sacrificio de la vida, antes que una salvación lograda con hipocresía. Entre la apostasía y la fidelidad no dudó, en vez de cuidar de sí mismo pensó en los jóvenes", en lo que su acto de coraje podría dejarles en recuerdo.
"Vivimos en un tiempo en el cual los ancianos no cuentan –lamentó. Es feo decirlo, pero se los descarta, porque molestan. [Pero] los ancianos son los que nos traen la historia, la doctrina, la fe y nos las dan en herencia. Los abuelos son un tesoro. La memoria de nuestros antepasados nos lleva a la imitación de la fe. La vejez muchas veces es un poco fea, ¿no? Por las enfermedades que trae y todo eso, pero la sabiduría de nuestros abuelos es la herencia que debemos recibir".
En un momento, hasta pareció estar haciendo referencia a una etapa bien concreta de la Argentina. Fue cuando dijo: "Recemos por nuestros abuelos y abuelas, que tantas veces han tenido un rol heroico en la transmisión de la fe en tiempos de persecución. Cuando papá y mamá no estaban en casa, e incluso tenían ideas extrañas, que la política de aquel tiempo enseñaba, fueron las abuelas las que nos transmitieron la fe".
Finalmente, recordó que el cuarto mandamiento –"Honrarás a tu padre y a tu madre..."- es el único que tiene recompensa: "...para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar".
Rechazo al pensamiento débil y uniforme
«Un cristiano piensa según Dios y por ello rechaza el pensamiento débil y uniforme", fue el mensaje del Papa en la Misa de este viernes.
Jesús llama "necios y tardos de corazón" a los discípulos cuando no entienden, recordó. "El Señor quiere que entendamos lo que sucede en nuestros corazones, en nuestra vida, en el mundo, en la historia. ¿Qué significa esto que está pasando ahora?", dijo. En cambio, "el espíritu del mundo nos hace otras propuestas, porque no nos quiere como pueblo: nos quiere masa, sin pensamiento, sin libertad, (...) quiere que vayamos por un camino de uniformidad", advirtió. "El pensamiento uniforme, el pensamiento débil, un pensamiento tan extendido. (...) O incluso nos propone un pensamiento prêt-à-porter, de acuerdo a nuestros propios gustos: Yo pienso como me da la gana".
"Es hermoso pedir al Señor Jesús que nos envíe el espíritu de comprensión, dijo, para que no tengamos un pensamiento débil, uniforme, un pensamiento según los propios gustos, sino un pensamiento como lo quiere Dios".
"Los cristianos están llamados a elecciones definitivas, como nos enseñan los mártires de cada tiempo", había dicho en otro mensaje. "También hoy, hay hermanos perseguidos que son ejemplo para nosotros y nos alientan a confiarnos totalmente al Señor".
El Papa se refirió a un pasaje bíblico en el que jóvenes judíos esclavos en la corte de Nabucodonosor permanecen fieles al Señor con riesgo de sus vidas. "En su riesgo han elegido al Señor, con un corazón grande, sin interés personal, sin mezquindad. (...) Y esto no lo han hecho por una fuerza – me permito la palabra – fanática, no (...). Se han confiado, porque sabían que el Señor es fiel".
Una elección que vale para las cosas simples como para aquellas decisiones grandes y difíciles: "Cuando escuchamos la vida de los mártires, cuando leemos en los periódicos sobre las persecuciones contra los cristianos, pensamos en estos hermanos y hermanas en situaciones extremas, que hacen esta elección. Ellos viven en este tiempo. Ellos son un ejemplo para nosotros".
"Pidamos al Señor la gracia del coraje (para) ir adelante en nuestra vida cristiana, en las situaciones ordinarias, comunes, de cada día y también en las situaciones extremas", concluyó.
No temer a la muerte
En la catequesis del miércoles, durante la audiencia general, se había referido a la muerte, que "nos afecta a todos y nos interroga de modo profundo". "Para quien vive como si Dios no existiese, la muerte es una amenaza constante, porque supone el final del mundo presente". Pero, agregó, el deseo de vida dentro de nosotros es más fuerte incluso que el miedo a la muerte, (y) nos dice que no es posible que todo se quede en nada. "La respuesta cierta a esta sed de vida es la esperanza en la resurrección futura", agregó y se explayó sobre la importancia de prepararse bien "para morir en Cristo, estando cerca de Él con la oración, en los sacramentos y también en la práctica de la caridad. ¡Quien practica la misericordia no teme a la muerte!", exclamó el Papa.
"Si se entiende como el final de todo, la muerte asusta, aterroriza, se transforma en amenaza que rompe todo sueño, toda perspectiva (...). Esto sucede (...) cuando no creemos en un horizonte que va más allá de la vida presente; cuando se vive como si Dios no existiera. Esta concepción de la muerte es típica del pensamiento ateo, que interpreta la existencia como un encontrarse casualmente en el mundo y un caminar hacia la nada. Pero existe también un ateísmo práctico, que es un vivir sólo para los propios intereses y las cosas terrenas. Si nos dejamos llevar por esta visión errónea de la muerte, no tenemos otra opción que la de ocultar la muerte, negarla, o banalizarla, para que no nos dé miedo".
"Pero a esta falsa solución se rebela el corazón del hombre, su deseo de infinito, su nostalgia de la eternidad. (...) Incluso en el drama de la pérdida, surge del corazón la convicción de que no puede haber acabado todo, que el bien dado y recibido no ha sido inútil. Hay un instinto poderoso (que) nos dice que nuestra vida no termina con la muerte. Esta sed de vida ha encontrado su respuesta real y confiable en la resurrección de Jesucristo. (...) Una persona tiende a morir como ha vivido. Si mi vida ha sido un camino con el Señor, de confianza en su inmensa misericordia, estaré preparado para aceptar el momento último de mi existencia terrena como el definitivo abandono confiado en sus manos acogedoras, en la esperanza de contemplar cara a cara su rostro".
Jesús, siguió diciendo Bergoglio, invita a estar siempre preparados, vigilantes y para esto hay siempre una vía segura: "Recordemos que Él está presente en los más débiles y necesitados. Él mismo se identificó con ellos, en la famosa parábola del juicio final, cuando dijo: 'Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era extranjero y me acogiste, desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, estaba en la cárcel y viniste a verme. Todo lo que hiciste con estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hiciste'. Por tanto, un camino seguro es recuperar el sentido de la caridad cristiana y de la compartición fraterna, curar las heridas corporales y espirituales de nuestro prójimo. La solidaridad en compartir el dolor e infundir esperanza es premisa y condición para recibir en herencia el Reino preparado para nosotros".
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