Cuando fue descubierto por cazadores del lugar en la isla del Pacífico, el 24 de enero de 1972, el ex soldado, de 57 años, aún estaba convencido de que su vida corría peligro.
Su sobrino, Omi Hatashin, recuerda "Lo invadió el pánico",mientras se lo llevaban a través de la alta vegetación de la selva, Yokoi iba gritando que lo mataran ahí mismo.
Utilizando las propias memorias de Yokoi, publicadas en japonés dos años después de que lo descubrieran, así como el testimonio de quienes lo encontraron ese día, Hatashin pasó años reconstruyendo las dramática historia de su tío.
Su libro, La vida y la guerra de Yokoi en Guam, 1944-1972, fue publicado en inglés en 2009.
La larga pesadilla de Yokoi había comenzado en julio de 1944, cuando las fuerzas armadas estadounidenses tomaron Guam como parte de su ofensiva contra los japoneses en el Pacífico.
Afirma Hatashin:"Desde el comienzo, tomaron medidas extremas para que no los detectaran, hasta borraban sus huellas mientras se desplazaban por la maleza,"
Para alimentarse,en los primeros años, los soldados japoneses, pronto reducidos a unos seis o siete, capturaban y mataban ganado.
Poco a poco se fueron retirando hacia la profundidas de la selva,por temor a que los detectaran las patrullas estadounidenses, al principio, y, después, los cazadores del lugar.
Yokoi fabricó una trampa con juncos para cazar anguilas. También se cavó un refugio subterráneo, sostenido por fuertes cañas de bambú
Comían sapos venenosos, anguilas de río y ratas.
Las memorias de Yokoi en lo que se refiere a su tiempo escondido revelan su desesperación y su empeño por no perder la esperanza, especialmente en los últimos ocho años, cuando se había quedado totalmente solo.
Sus últimos dos compañeros de aventura no habían conseguido sobrevivir a las inundaciones de 1964.
Cuando se encontraba desesperadamente enfermo en la jungla, dice:"No! No puedo morir aquí! No puedo dejarle mi cadáver al enemigo. Debo morir en el agujero que me he cavado.
La prensa lo asediaba, lo entrevistaron en radio y televisión y era invitado regularmente a hablar en universidades y escuelas de todo el país.
Hatashin, que tenía seis años cuando Yokoi se casó con su tía, dice que el ex soldado nunca pudo acostumbrarse a la vida moderna de Japón.
Algunas de sus principales posesiones de aquellos años en la selva, incluyendo sus trampas para anguilas, todavía se hallan en exposición en un pequeño museo de la isla.
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