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miércoles, 30 de mayo de 2012

Zarifa Qazizadah: lo que tiene que hacer para mandar un pueblo

Es inusual que una mujer sea líder en Afganistán, pero Zarifa Qazizadah se ha convertido en la única jefa de una aldea en el país por la fuerza de su personalidad y el poder de su determinación... incluso si eso significa vestir de hombre, llevar un bigote falso y dar vueltas nocturnas, armada de pistola, en una moto.
"A los hombres de la aldea les digo que todo lo que quiero de ellos son sus oraciones", explica. Porque "cuando hay un problema yo soy la que voy a hablar en nombre de ellos y, si ocurre algún altercado en la noche en alguna casa, voy a recoger mi pistola a ver lo que está pasando".
Zarifa Qazizadah
Zarifa se casó a los 10 años de edad y a los 15 ya era madre. 

Cuando esta mujer, madre de 15 hijos, pretendió liderar políticamente la aldea y dijo que la quería conectar a la red eléctrica, los hombres se echaron a reír.
Eso fue en 2004. Y aunque perdió la elecciones, logró la conexión eléctrica.
Dos años más tarde, los hombres le pidieron que se volviera a presentar a las elecciones en el pueblo de Naw Abad, en la provincia norteña de Balkh.
Ahora Zarifa guarda la red de electricidad, y si alguien intenta conectarse ilegalmente al suministro se las tiene que ver con ella.
"No puedo permitir que eso suceda porque tenemos que respetar la ley", asevera.
Las mujeres en zonas rurales de Afganistán raramente montan motos solas y por eso Zarifa se tiene que disfrazar y usar un bigote falso. La idea es no atraer demasiado la atención.
También ella se ha destacado en sus habilidades para acudir con tractores al rescate de pobladores que se han quedado atrapados con sus vehículos en zanjas.
"Ella hace trabajos que incluso los hombres no son capaces de hacer", dice Molavi Seyyed Mohammad, uno de sus seguidores.
Zarifa es conocida por jamás aceptar un "no" por respuesta.
Para mantener su promesa a los votantes sobre el suministro de electricidad, y pese a que fracasó en su intento de llegar al parlamento, viajó a la capital afgana, Kabul, con su hija de cuatro años de edad, y se dirigió directamente a la casa del Ministro de Electricidad, Shaker Kargar, para exigir hablar con él.
El político estuvo de acuerdo en reunirse con ella al día siguiente en su oficina, y al término del encuentro el titular había cedido ante Zarifa.
Pero había un problema: el mismo pueblo tenía que pagar por los postes y los cables.
Zarifa Qazizadah, quien ya había vendido algunas de sus joyas para pagar el viaje a Kabul, pidió tanto dinero prestado como pudo e incluso rehipotecó su casa.
Cinco meses más tarde, como resultado, todos en el pueblo tenían electricidad en sus hogares.
"Fue sólo entonces que la gente reconoció lo que había hecho y comenzó a devolverme el dinero", comenta ella.
Los ingresos procedentes de la red eléctrica se invirtieron en la construcción de un puente sobre un río peligroso, el cual conecta el pueblo con una carretera principal.
Qazizadah también patrocinó la construcción de la primera mezquita en Naw Abad.
A diferencia de la mayoría de las mezquitas en el país, está diseñada para que los hombres y mujeres recen juntos.
"Cuando la gente vio el resultado de estos proyectos empezó a unirse", sostiene Zarifa.
"Ahora la gente puede orar en su propio pueblo y los jóvenes no tienen que ir lejos para aprender a leer el Corán".
Todo esto es un logro considerable para una mujer que se casó a los 10 años de edad y a los 15 ya era madre..

Durante gran parte de su vida juvenil habitó en una aldea muy remota con la familia de su marido de la que -expresa- era poco más que una sirvienta.
Durante el régimen del Talibán, se trasladó a la capital regional, Mazar-e-Sharif, con su esposo, donde tuvo su primera experiencia de trabajo comunitario.
Afganos
Sólo un tercio de la población de Afganistán tiene acceso a electricidad.
Allí realizó trabajo voluntario para ayudar a los padres a vacunar a sus hijos.
Secretamente, ayudó a alfabetizar a chicas jóvenes.
Ahora, con 50 años de edad y abuela de 36 nietos, es la jefa del consejo local de mujeres y acoge reuniones femeninas en su casa, en las que alienta a las asistentes a seguir su ejemplo.
"Yo era ama de casa como ustedes", le dijo a un grupo de 50 mujeres en un encuentro reciente.
"Pero hoy puedo sostener una reunión con 1.000 personas. Me puedo reunirse y discutir temas con las autoridades", enfatiza.
"En los países occidentales, las mujeres pueden llegar a ser presidentas", remarca.
Y en cuanto a su país está convencida de que las mujeres "son valientes" y también "pueden lograr mucho".







"Cuando sucede algo en el pueblo por la noche y tengo que reaccionar con rapidez, me visto de hombre y me subo a mi moto", explica Zarifa.

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