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jueves, 28 de junio de 2012

METAFORA DE UNA FLOR...


Nació entre recios y fornidos árboles, ásperos cardos y huraños espinos, pero el entorno escabroso en el que se desarrolló, no impidió que feliz y alegre creciera la flor... 

Así comienza la historia que voy a narrarles hoy: Ella quería sentir el alba al amanecer, aunque las sombras de la espesura donde le había tocado emerger, le impedían recibir ese placer.

Sus pétalos blancos y hermosos, se iban apagando ante la falta de luz, sólo su tallo fuerte y robusto, sostenía con fuerza a la frágil flor que emergía de las sombras cual majestuoso resplandor... ¿Cómo puede mantenerse fresca y lozana, si no logra ver el Sol?

Esto con sorna comentaba, las ramas de alrededor, a lo que la flor respondía con gran educación…

Me sostengo de ilusión, porque cada día me riega el agua de vuestro amor. Y los cardos, los espinos, los árboles fornidos, todos se mofaban unidos ante tal declaración… ¡Qué ingenua, reían! 

Pero sin sentirse ofendida, así de benévola se expresaba la flor, consciente de que nadie comprendía que también ella tenía necesidad de atención: Contra el calor del verano, contra el frío del invierno, contra el cruel desengaño de aquél ingrato cardo que una espina le clavó.

Pero a pesar de los daños que la vida le causó, la flor se mantuvo erguida y nunca se marchitó...

Así fue transcurriendo el tiempo, hasta que un día, alguien por allí pasó, y ante el asombro de ver una exuberante rosa, surgiendo con altivez de aquél hospedo lugar, se quedó prendado de su gallardía, y sin pensarlo dos veces, de un corte la arrancó, llevándosela a su casa donde siempre la guardó...

Hoy la flor aún perdura metida en un jarrón, decorando con orgullo una humilde habitación. Aquí termina la historia de una “pequeña flor” que, por su coraje y valentía, siempre se la recordó.

Moraleja:

La vida está llena de hermosos árboles que nos arropan bajo sus ramas, pero también de arbustos y maleza como el cardo y el espino que en muchas ocasiones dificultan nuestro camino.

Saber sobrevivir entre unos y otros, resultando victorioso al final del recorrido, es el gran reto que todo ser humano debe de asumir. No debemos olvidar que la prudencia a través del don de la palabra, es la senda a seguir para una buena convivencia con el resto de las personas.

A esto se le denomina ¡inteligencia emocional!

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