El tamaño del cuerpo juega un papel crucial a la hora de enfrentarse al clima. A mayor tamaño, más fácil resulta retener el calor corporal, y mejor preparado se está para el frío.
Esto tiene una explicacion y es porque cuanto más grande es un individuo su área superficial relativa disminuye (en los humanos esta área estaría formada por la piel), por lo que hay menos lugar por donde el calor pueda escaparse. Esto puede resultar muy beneficioso si se vive en latitudes con bajas temperaturas.
Ross Secord, paleontólogo en la Universidad de Nebraska, es coautor del estudio. Su trabajo demuestra el efecto que podrían haber tenido una serie de cambios climáticos en el tamaño de un caballo del pleistoceno, el sifrhippus sandrae.
Este pequeño equino apareció hace unos 56 millones de años y, con el tamaño de un perro, pesaba unos 6 kilos.
En los siguientes 130.000 años, durante el periodo conocido como Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno, y en el que las temperaturas globales del planeta subieron hasta 5 grados, estos pequeños equinos se hicieron aún más chicos, y llegaron a pesar casi 4 kilos, el peso de un gato actual.
Unos 45.000 años más tarde, sin embargo, volvieron a crecer, y llegaron hasta los 7 kilos.
Según el estudio, todo ocurrio debido a un cambio climático que ocurrió relativamente rápido.
Los científicos encargados del estudio no tenían esqueletos completos de los animales para poder comparar, así que utilizaron sus dientes, en concreto sus molares.
Los dientes provienen de un área rica en fósiles en Wyoming, Estados Unidos, y son parte de una colección de la Universidad de Florida.
Tomando como base esta colección, los investigadores pudieron determinar el tamaño de 44 caballos adultos.
Smith y otros investigadores añaden que los descubrimientos revelan y detallan un mecanismo que muestra "cómo los animales responden a una temperatura concreta, en un lugar concreto, en un momento específico".
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