El anciano japonés hizo de una inhóspita isla su lugar en el mundo: Sotobanari, un lugar no dominado por el hombre, sin una gota de agua y donde los pescadores rara vez paran.
Completamente desnudo afronta el azote de los tifones y se alimenta de insectos. La piel de Nagasaki es cuero curtido por dos décadas de sol directo de la isla, en la tropical prefectura japonesa de Okinawa.
El comienzo de su aventura fue duro. Un tifón se llevó su pequeña tienda y perdió lo poco que tenía. Sin embargo, se dio cuenta que podía vivir tranquilamente sin ponerse ropa. No iba a estar fuera de lugar.
El resto de los días está sujeto a un estricto horario autoimpuesto: estiramientos en la playa, preparar la comida y limpiar su tienda antes de que la luz se vaya y aparezcan los insectos.
“No es la vida más sana pero encontrar un lugar donde morir es importante, y yo he decidido que este es el lugar para mí”.
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