La historia del extenso complejo palaciego, cuyo nombre significa "sin preocupación", me ha fascinado por más de 40 años.
Fue el hogar del primer monarca independiente de Haití, Henri I, también conocido como Henri Christophe.
Henri Christophe fue uno de las más prominentes figuras de la revolución de esclavos de 1791-1804.
El fin del control francés significó que la colonia de Santo Domingo, renombrada Haití por su nombre originario taíno.
Henri Cristophe se embarcó en la construcción de su palacio en 1810 y un año después se declaró a sí mismo rey en el norte del país. Su amada se convirtió en la reina Marie-Louise
Sans-Souci se terminó de construir en 1813, costándole la vida a cientos, quizás miles de trabajadores.
El Palacio Sans-Souci se levanta majestuosamente por sobre el pueblo como una corona rota.
El gran edificio es ahora una ruina, tras haber sido severamente dañado por un terremoto en 1842.
En ese entonces Haití fue reunificado, Henri Cristphe no estaba desde hacía tiempo, y nadie se molestó en reconstruirlo.
No obstante, subir sus escaleras, entrar en sus habitaciones y terrazas espaciosas, permite ver por qué es considerado el Versalles del Caribe.
Algunos historiadores, sin embargo, creen que fue diseñado en base al palacio de Federico II el Grande en Potsdam, que lleva el mismo nombre.
Pero el Palacio de Federico II simbolizaba el Iluminismo de aquellos días, mientras que su par haitiano simbolizaba la tiranía y la megalomanía.
Henri Cristophe era un cleptócrata brutal, muy similar a la mayoría de los gobernantes haitianos que le sucedieron.
Dicen que se voló los sesos con una bala de plata después de sufrir un ataque en 1820.
Su viuda, la reina Marie-Louise, emigró a Europa y falleció en la lejana Pisa, en Italia, soñando con sus suntuosos bailes en la terraza de su amado Sans-Souci.
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